Cuando hablamos de relacionamiento puede que haya varias connotaciones que se nos vengan a la mente con este concepto, dependiendo del ángulo del cual lo que analizamos; lo aprendido a través de nuestra experiencia y la perspectiva que le demos desde el espacio que nos encontramos en el ecosistema. Desde mi perspectiva y experiencia las dinámicas de poder han incidido en el relacionamiento histórico de la movilización de recursos dentro del ecosistema y hay una necesidad sentida de evolucionar a un relacionamiento más equitativo entre los actores que tenemos como misión tener un impacto social.

¿Qué significa esto? 

Que nos encontramos en un momento donde se han comenzado a dar esfuerzos, aunque aún a paso muy lento, desde la cooperación internacional para co-crear iniciativas y proyectos con las organizaciones locales.

¿Por qué?

Porque después de décadas de implementación de proyectos en la región y el mundo nos hemos dado cuenta de que la sostenibilidad no radica en diseñar un proyecto alejado de la realidad de las personas a las que se busca servir, si no que radica en esas mismas personas que pertenecen a esa comunidad. Deben ser parte del proceso en todos sus ciclos, desde el diseño hasta su evaluación continua. 

¿Eso lo hemos escuchado y venimos leyendo tal vez hace un tiempo, nada nuevo no? 

La clave está en transformar la manera en que desarrollamos estas relaciones, asegurándonos de que todos los actores involucrados se sientan en un plano de igualdad y equidad. Solo así podremos lograr una co-creación efectiva en el ámbito de la movilización de recursos para el impacto social.

En el mundo de la movilización de recursos para el impacto social, es esencial que reflexionemos sobre cómo estamos moldeando nuestras relaciones. Esta reflexión es fundamental para lograr una auténtica co-creación.

Si somos un fondo y deseamos empoderar a las comunidades a las que buscamos servir, debemos cuestionarnos si, al evaluar proyectos, lo hacemos desde una perspectiva de igualdad y equidad. ¿Siento que esta organización que genera impacto social tiene el mismo poder que yo?

Por otro lado, si nos encontramos en el otro lado del ecosistema, siendo nosotros quienes necesitamos financiamiento para implementar los proyectos de nuestra organización o empresa social, ¿nos sentimos en igualdad de condiciones en la mesa de negociación? ¿Creemos que tenemos el mismo poder que la organización con la cual buscamos obtener esos fondos?

Cuando las respuestas a ambas preguntas son sí, es que entramos a esa posible colaboración desde un relacionamiento equitativo. A partir de este momento, es que verdaderamente podemos potenciar lo que cada una de las partes trae a la mesa y co-crear proyectos/colaboraciones/iniciativas en conjunto porque existe un respeto profundo del sentir que tanto yo como ellos tienen igual valor y peso.

Volviendo a la raíz en nuestras sociedades, hemos estados acostumbrados que él que tiene la plata para fondear nuestros proyectos tiene el poder, y no es así. Todo tenemos poder porque todo tenemos algo valioso que aportar. La idea que surge de ese líder comunitario, de esa pequeña organización que genera impacto en un barrio de la ciudad, de esa organización que incide en las zonas rurales del país, que palpan necesidades de forma tan tangible porque están y trabajan junto a la gente, es igual de valioso que la organización que trabaja para poder aportar de forma monetaria a que sus misiones se expandan. 

Ahí está el poder que tenemos todos y todas en cada reunión, en cada oportunidad de intercambio cuando presentamos y recibimos propuestas de proyectos. Cuando nos relacionamos desde este sentir equitativo y genuino, no solamente transformamos los marcos lógicos del desarrollo para nuestros proyectos, además, transferimos y expandimos ese poder a cada una de las personas que se ven impactas por ellos.