Diversificar ingresos: Más allá de los proyectos y donantes
Los recientes acontecimientos en el mundo de cooperación y el impacto social han puesto en evidencia que la sostenibilidad financiera sigue siendo un desafío en las organizaciones con propósito social en América Latina y el Caribe. Muchas organizaciones aún dependen de convocatorias, donantes y proyectos con plazos definidos, lo que genera incertidumbre y dificulta la planeación a largo plazo. Además, terminan estando sujetas a las decisiones de otras personas y organizaciones, cuando el destino de una organización debería ser trazado y construido por su propia estructura de gobierno corporativo (Asociados/fundadores, Junta Directiva, Dirección Ejecutiva, Equipo de trabajo).
Diversificar fondos o ingresos no significa simplemente buscar más donantes; eso solo perpetúa la lógica de financiamiento basada en proyectos. La verdadera diversificación implica ir más allá y construir un modelo que integre otras fuentes de ingresos además de los proyectos, como programas e ingresos propios o unidades de negocio.
Pasar de Proyectos a Programas
El financiamiento basado en proyectos tiende a ser a corto plazo, restringido y orientado a objetivos específicos, muchas veces definidos por los cooperantes. Aunque la ejecución de proyectos puede ser necesaria y alineada con la misión, este modelo limita la autonomía de las organizaciones y las obliga a adaptar constantemente sus procesos, e incluso su estrategia, según las prioridades de los financiadores.
En cambio, desarrollar programas permite estructurar el trabajo en torno a un marco estratégico de mediano y largo plazo. Un programa agrupa diversos proyectos bajo una misma visión, permitiendo continuidad, escalabilidad y fortalecimiento institucional. También facilita la construcción de relaciones más sólidas con socios estratégicos y la búsqueda de múltiples fuentes de financiamiento alineadas con un mismo objetivo.
En Makaia hemos visto cómo el paso de proyectos aislados a programas consolidados y conectados facilita la planeación y la atracción de aliados que buscan impactos más profundos y sostenibles. Además, nos ha permitido equilibrar el poder en la cooperación, ya que buscamos financiadores y aliados que se alineen con nuestros programas y prioridades, y no al contrario.
Fuentes de ingresos propias
Contar con fuentes de ingresos propias permite mayor estabilidad y flexibilidad, reduciendo la vulnerabilidad ante cambios en las prioridades de los donantes o coyunturas como la que estamos viviendo con la suspensión de fondos de USAID. Tener fuentes de ingresos propios debe ir de la mano con el cumplimiento del propósito social y no significa abandonar la misión. No se trata solamente de generar un negocio, se trata de construir una base sólida de diferentes fuentes de financiamiento que aporten a generar impacto social y a la sostenibilidad financiera de la organización. Para las entidades sin ánimo de lucro, la ley exige mantener este enfoque para conservar el estatus de elegibilidad para deducciones fiscales. Más que un cambio de propósito se trata de garantizar la sostenibilidad de la organización sin depender exclusivamente de la cooperación internacional.
Las posibilidades de generar ingresos propios son muy amplias, algunas estrategias incluyen:
- Comercialización de productos
- Creación y comercialización de publicaciones
- Eventos y experiencias pagas
- Voluntariado con propósito
- Capacitaciones y asesoría
- Servicios a empresas
- Uso estratégico de activos (por ejemplo, alquiler de espacios, mobiliario)
- Campañas de recaudación de fondos o crowdfunding
- Rentabilidad de fondos
Algunas de estas fuentes de ingresos, incluso se pueden llevar a otro nivel, creando unidades de negocio que, aunque nazcan dentro de la organización, pueden evolucionar hasta convertirse en empresas sociales o con ánimo de lucro. Este modelo permite generar ingresos sostenibles mientras se mantiene el impacto social.
Ejemplos de esto incluyen:
- Spin-offs de proyectos exitosos que pueden escalar mejor bajo una estructura empresarial y seguramente bajo un modelo de Empresa B.
- Emprendimientos de impacto que atienden necesidades sociales o ambientales con soluciones sostenibles.
- Modelos híbridos donde una organización sin ánimo de lucro mantiene el control de una empresa que financia su misión.
Pensar en diversificación, no en sustitución
Diversificar no significa reemplazar un modelo por otro de inmediato. La cooperación internacional y los proyectos seguirán siendo una fuente importante de financiamiento, pero no pueden ser la única estrategia, y mucho menos limitarse a aplicar a convocatorias. El camino hacia la sostenibilidad requiere combinar múltiples enfoques para fortalecer la resiliencia financiera y organizacional, gestionar el conocimiento y garantizar la continuidad del impacto. Las organizaciones que logran diversificar las fuentes de ingreso logran salir de los ciclos de financiamiento cortoplacistas y comienzan a definir su propio futuro. Si queremos un sector social más fuerte y sostenible, debemos cambiar la conversación: no se trata de buscar más donantes o reemplazar unos por otros, sino de construir modelos de ingresos que nos den autonomía para trabajar en el cambio social que nos convoca.